ANTONIO CHICOTE Y LA RESIDENCIA

Los sábados por la mañana celebraba la misa en la residencia de mayores.

Llegaba siempre pronto, hablaba con los abueletes, se metía con ellos con sus bromas, les alegraba. Se conocía los nombres de todos los abuelos y abuelas, se conocía sus historias, sabía dónde les gustaba colocarse para la misa y colocaba él las sillas de ruedas.

Cuando llegaba yo, él ya estaba allí. Si me encontraba algún abuelo que iba en su silla por el pasillo lo empujaba hasta la sala donde se celebra la misa, pero en cuanto nos veía entrar me decía: -Déjamelo, que ya pongo yo a fulanito o fulanita allí, que es donde le gusta ponerse.

Unos minutos antes de empezar la misa se ponía a cantar canciones de misa que se conocían los abuelos, les hacía cantar, dar palmas, gestos con brazos para arriba y para abajo… animándolos sin parar de moverse de un sitio a otro, y yo creo que los abuelos ya no necesitaban fisio en toda la semana.

Ponía paz cuando había algún problema entre ellos. Y con algunos que he hablado me han dicho que lo echan de menos, como todos los que lo hemos conocido y lo hemos querido, y lo seguimos queriendo.